A nivel global, el 10 por ciento de las personas domina al 90 restante.
La distribución del poder y el control ocurre a nivel mundial a lo largo de la distribución de ingresos y atraviesa todas las naciones.
El límite de ingresos divide a las personas en aquellas que deben gastar todo para ganarse la vida,
y aquellas que ganan más de lo que realmente necesitan.
La obligación legal de tener que pagar y remunerar todo con dinero, por ejemplo, por razones fiscales,
cementa la diferencia entre quienes dependen del dinero y quienes pueden proporcionarlo.
Las personas trabajan por menos dinero del que vale su trabajo, porque necesitan dinero y no tienen elección.
Los inversores se enriquecen con ganancias desproporcionadas.
Las reglas bajo las cuales esto ocurre son promovidas políticamente por grupos de presión financiados por personas con dinero.
Las escuelas enseñan la falta de alternativas y la normalidad de estas reglas a través de planes de estudio que también son políticamente responsables.
La aceptación en la población se refuerza a través de medios que deben ser financiados.
Los medios deben ser financiados y no critican el dinero ni los intereses de sus propietarios o anunciantes.
El dinero se invierte, genera rendimiento, se multiplica y cada vez más debe ser invertido.
Las ventas deben aumentar, las necesidades deben ser despertadas – o inventadas – para que se consuma cada vez más.
Crecimiento que arruina el mundo y al mismo tiempo lo divide cada vez más.
Las soluciones solo pueden ser vendidas si hay problemas.
Si se quieren vender soluciones muy grandes para ganar mucho dinero, se necesitan problemas muy grandes.
¿Cómo se generan, entonces, problemas muy grandes?
El dinero es un medio de poder de los poseedores sobre los necesitados.
El dinero genera dependencias y, con ello, los campos de tensión de este mundo.
Todos los demás problemas son síntomas.